El sorprendente Zorzal real (Turdus pilaris)
En la serie de fotos podemos ver zorzales reales machos, hembras y juveniles, posados y en vuelo, desde diferentes ángulos; siluetas, algunos de los principales microhábitats que usa, la distancia de unos a otros cuando y las distintas alturas a las que se sitúan los diferentes individuos cuando se alimentan en un arbusto...por lo que no incidiré más en los aspectos que se pueden ver en el álbum. Las fotos constatan que les van los sitios abiertos, salpicados de árboles y arbustos y, si es posible con frutos, mejor.
Aparte de sus rasgos más evidentes, me llamó la atención su modo de ser gregarios, tanto para mantener la seguridad del grupo como para explotar el territorio.
El sistema de vigilancia del bando es fenomenal: el hecho de elegir para su estancia invernal los lugares más remotos (páramos a 1300 metros de altura, donde las ventoleras y ventiscas son la norma), el hecho de vivir en hábitats abiertos donde se propaga la señal de alarma sin obstáculos, con una distancia de huida de más de un centenar de metros (son muy muy tímidos) y una comunicación instantánea de la señal de alarma al resto del grupo, garantizan su seguridad. Se sabe que a los Córvidos, sus principales enemigos, les atacan en masa utilizando sus excrementos como spray de pimienta. De vez en cuando, si se sienten muy amenazados, se agrupan por decenas, tal vez por cientos, en un pino de gran altura, desde el que otean el peligro y desde el que salen como expelidos en todas las direcciones, quizás como maniobra distractora. Además de los Córvidos, las Águilas reales y, en menor medida, los cernícalos tambiñen rondan por esos terrenos. Las águilas están en celo y probablemente tienen menos tiempo para cazar. Pero no debe ser fácil cazar a un Zorzal real habida cuenta del estupendo sistema de protección que han logrado alcanzar.
También llama la atención su forma de explotar el territorio para su alimentación: explotan el suelo picoteando semillas, explotan los enebros, comiendo sus frutos, explotan los espinos albares, ingiriendo sus frutos y disponen de más plantas con semillas (cardos, erizones, gamones). Las semillas del suelo es su recurso preferido cuando sopla ventarrón. El bando se fragmenta en varios grupos más pequeños y entonces, cada grupito, va picoteando las semillas del área que le ha correspondido. Sin motivo aparente, un ejemplar de uno de los grupos hace un movimiento de desplazamiento hacia otro comedero e instantáneamente le siguen algunos individuos del minibando, hasta que todos los grupos del bando completo se desplazan al nuevo comedero.
Cuando se desplazan se les ve muy bien las alas muy pálidas y partes inferiores del cuerpo aparecen también muy blanquecinas, contrastando la cola negra. Cuando levantan el vuelo, las alas se abren y cierran en un movimiento parpadeante; las aves no se levantan mucho del suelo, produciendo el grupo en vuelo, que normalmente será corto, una sensación de titileo como en un árbol de navidad con unas lucecitas apagadas y otras encendidas, en lugar de hacer los clásicos vuelos de subida y bajada de los otros zorzales. Aunque, cuando están alertados, son capaces de cambiar de territorio, desplazándose alrededor de un kilómetro en apenas unos segundos.
Por la noche, eligen los lugares más apartados para que el bando permanezca lo más cohesionado posible, aunque siempre formando subgrupos. Les gusta dormir en el suelo, o en enebros bajos, mientras cae la luz, buscan las últimas semillas del día.
Es una bella especie, muy divertida, de comportamiento muy sofisticado, con un amplio repertorio de pautas y estrategias sociales de supervivencia, muy exigente para el avistador pero también proporciona momentos inolvidables. Muy recomendable dedicarle una jornada de avistamiento solamente a ella.
Por cierto: en esta sesión de avistamiento en la parte alta de los Puertos de Beceite, pasó volando por encima de la cuerda más alta, a 1450 metros de altitud, un Cormorán grande solitario. Volaba sobre las montañas con tanta facilidad aparente, como lo podía hacer un Buitre, además teniendo en cuanta que iba contra un frente muy potente y frío, con rachas fortísimas. Se dirigía hacia el Barranco del Tastavins, quizás lo cogiera para bajar al Matarraña, quizás no. Pero ver volar un Cormorán solitario por esos andurriales, relativamente lejos de todo cuerpo de agua (unos 20 km), y con ese tiempo, hace que la naturaleza te recuerde que es muy dificil que llegues a comprenderla.
Aparte de sus rasgos más evidentes, me llamó la atención su modo de ser gregarios, tanto para mantener la seguridad del grupo como para explotar el territorio.
El sistema de vigilancia del bando es fenomenal: el hecho de elegir para su estancia invernal los lugares más remotos (páramos a 1300 metros de altura, donde las ventoleras y ventiscas son la norma), el hecho de vivir en hábitats abiertos donde se propaga la señal de alarma sin obstáculos, con una distancia de huida de más de un centenar de metros (son muy muy tímidos) y una comunicación instantánea de la señal de alarma al resto del grupo, garantizan su seguridad. Se sabe que a los Córvidos, sus principales enemigos, les atacan en masa utilizando sus excrementos como spray de pimienta. De vez en cuando, si se sienten muy amenazados, se agrupan por decenas, tal vez por cientos, en un pino de gran altura, desde el que otean el peligro y desde el que salen como expelidos en todas las direcciones, quizás como maniobra distractora. Además de los Córvidos, las Águilas reales y, en menor medida, los cernícalos tambiñen rondan por esos terrenos. Las águilas están en celo y probablemente tienen menos tiempo para cazar. Pero no debe ser fácil cazar a un Zorzal real habida cuenta del estupendo sistema de protección que han logrado alcanzar.
También llama la atención su forma de explotar el territorio para su alimentación: explotan el suelo picoteando semillas, explotan los enebros, comiendo sus frutos, explotan los espinos albares, ingiriendo sus frutos y disponen de más plantas con semillas (cardos, erizones, gamones). Las semillas del suelo es su recurso preferido cuando sopla ventarrón. El bando se fragmenta en varios grupos más pequeños y entonces, cada grupito, va picoteando las semillas del área que le ha correspondido. Sin motivo aparente, un ejemplar de uno de los grupos hace un movimiento de desplazamiento hacia otro comedero e instantáneamente le siguen algunos individuos del minibando, hasta que todos los grupos del bando completo se desplazan al nuevo comedero.
Cuando se desplazan se les ve muy bien las alas muy pálidas y partes inferiores del cuerpo aparecen también muy blanquecinas, contrastando la cola negra. Cuando levantan el vuelo, las alas se abren y cierran en un movimiento parpadeante; las aves no se levantan mucho del suelo, produciendo el grupo en vuelo, que normalmente será corto, una sensación de titileo como en un árbol de navidad con unas lucecitas apagadas y otras encendidas, en lugar de hacer los clásicos vuelos de subida y bajada de los otros zorzales. Aunque, cuando están alertados, son capaces de cambiar de territorio, desplazándose alrededor de un kilómetro en apenas unos segundos.
Por la noche, eligen los lugares más apartados para que el bando permanezca lo más cohesionado posible, aunque siempre formando subgrupos. Les gusta dormir en el suelo, o en enebros bajos, mientras cae la luz, buscan las últimas semillas del día.
Es una bella especie, muy divertida, de comportamiento muy sofisticado, con un amplio repertorio de pautas y estrategias sociales de supervivencia, muy exigente para el avistador pero también proporciona momentos inolvidables. Muy recomendable dedicarle una jornada de avistamiento solamente a ella.
Por cierto: en esta sesión de avistamiento en la parte alta de los Puertos de Beceite, pasó volando por encima de la cuerda más alta, a 1450 metros de altitud, un Cormorán grande solitario. Volaba sobre las montañas con tanta facilidad aparente, como lo podía hacer un Buitre, además teniendo en cuanta que iba contra un frente muy potente y frío, con rachas fortísimas. Se dirigía hacia el Barranco del Tastavins, quizás lo cogiera para bajar al Matarraña, quizás no. Pero ver volar un Cormorán solitario por esos andurriales, relativamente lejos de todo cuerpo de agua (unos 20 km), y con ese tiempo, hace que la naturaleza te recuerde que es muy dificil que llegues a comprenderla.
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