Águila real en los Puertos de Beceite

Ver volar un Aquila chrysaetos a una veintena de metros es espectacular, inconmensurable...es una experiencia que no se borra en días. 

Pero si además viene volando despacito, escudriñando el rafe del acantilado en el que tú estás sentado y, de repente, te descubre, te da un par de vueltas para ver quién narices eres y qué pintas en ese sitio donde nunca había visto a un ser humano... 

Y te mira...y casi se te corta la respiración. Una palada, como los remeros, y se eleva para ganar ventaja...

y cuando ha decidido que ni eres comestible, ni amigo (los seres humanos para ella no lo son), decide seguir con su rutina de escudriñar el bisel del acantilado. Da un par de paladas seguidas, como un remero familiar de Lobezno o de la Chica Maravilla. 

 y se aleja cien metros, planeando.  

Y a tí te deja roto, contento, admirado, sorprendido, estupefacto, incrédulo, sin respiración. Lo que has visto no puede ser verdad. Para un cómic está bien, pero eso no existe en la realidad, te dices, mientras hiperventilas. 

Pero qué va. Al rato, cuando has dejado de babear, te das cuenta de que sí, de que un ser vivo así existe y es real. Es el Águila real. 




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