El Valle a finales de Agosto. Río Matarraña, 2012.

Estornino pinto juvenil (Sturnus vulgaris)




La vegetación de las orillas del río, 

durante la primavera y primera parte del verano, se llenaba de aves de pequeño y mediano tamaño. Agarrados a una ramita, cantaban los machos, a los cuatro vientos, su disponibilidad, su candidatura. Yo soy el más vigoroso y guapo, elegidme chicas!!...mientras, las chicas, observaban con calma, escrutando, con la tranquilidad que da el pasar desapercibidas por su plumaje apagado.  

Con los pollos nacidos, la vegetación de la ribera seguía albergando mucho alimento y refugio para ser colectado por los padres, en sus interminables viajes de aprovisionamiento. Así que seguían estando ocupadas. 

Más tarde, se podían ver pajaritos de todas las especies con su plumón. Mientras el plumón iba desapareciendo, todavía la vegetación de las orillas era frecuentada pues los padres enseñaban las pautas básicas de aprendizaje (canto, vuelo, reconocimiento territorial, presas, enemigos, otros miembros de su especie...) mientras les seguían alimentando. 

Después vino el calor, calorazo, y ya apenas se les veía, pero se les oía. Estaban, o mejor dicho, quedaban algunos. Los pequeños se movían entre las zarzas y, los medianos, como los Abejarucos, ya habían formado los bandos de cría y sólo se les podía oir y ver a primeras horas de la mañana, volando a mediana altura camino del comedero.  Los Gorriones parecían ser los dueños del cotarro, recorriéndolo todo en bando grandes e inquietos. 

A finales de Agosto, la vegetación de la orilla del río se ha quedado solitaria. Una Gallineta juvenil Gallinula chloropus) 

se esconde entre los juncales, un Cetia ruiseñor juvenil canta con fuerza pero desafinando todavía, un par de Ánades Azulones (Anas platyrhynchos), recorren, desde una altura mediana y a toda pastilla, el trazado del río,

una Lavandera cascadeña (Motacilla cinerea)  como un semáforo amarillo, hace flexiones sobre una roca del río, 

y un Andarríos chico (Actitis hypoleucos),

que anda tanto como vuela. 
 . Pero las zarzas, arbolillos y árboles se han quedado sin sus coloridos y cantarines visitantes. 

Por contra, la campiña 


se ve atravesada rápidamente por numerosísimos bandos 


de muchas de las aves que habían ocupado la vegetación de la orilla. Estos bandos, a primera hora de la mañana, han abandonado sus dormideros y recorren sin cesar la campiña en busca de los mejores comederos. Algunos son muy grandes, con decenas de individuos:  Fringílidos, Abejarucos,   Gorriones, Cornejas, recorren la campiña como si llegaran tarde. Otras aves van en grupos más reducidos, de media docena, de dos o tres, como los Zorzales y las Torcaces

Algunos de los africanos ya no están. Se han ido, más al sur y al este, en silencio, por la noche, sin alharacas, para juntarse con los amiguetes de su pueblo y, a la voz de ya, largarse de aventura a África. Muchos otros les seguirán en los próximos días. 

Los del pueblo de aquí, se quedan más anchos y quizás algo tristes. Pero esta calma chicha no les durará mucho. A no muy tardar vendrá el frío, la mayoría de los insectos, anfibios y reptiles dirán bye bye y ellos se las tendrán que ingeniar para ver qué comen el invierno. 

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